Turdus viscivorus Linnaeus, 1758 Nombre:

Zorzal charlo

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

12408

Mundial. Por el Paleártico occidental, Siberia, Asia central e Himalaya occidental. Tres subespecies reconocidas. Especie migradora parcial que en el SO de su área de distribución tiende a sedentarizarse y a ser propia de bosques de montaña (Clement & Hathway, 2000).

España. Amplia distribución en la Península, que está ocupada por la subespecie nominal. No se reproduce en Baleares, Canarias, Ceuta ni Melilla.

Se distribuye, a grandes rasgos, por todos los sistemas montañosos peninsulares y algunas zonas boscosas de llanura de la mitad norte. En la península Ibérica es una especie forestal que selecciona ecotonos y bosques aclarados, y cuya distribución presenta una estrecha relación negativa con las temperaturas y con la densidad del arbolado (Tellería et al., 1999). Sin ser un ave abundante, se encuentra distribuida por las regiones eurosiberiana y mediterránea, si bien en esta última parece ser especialmente abundante en las montañas (Tellería et al., 1999).

Su estatus es básicamente sedentario, con movimientos altitudinales poco conocidos y aflujo de invernantes europeos (Tellería et al., 1999).

La configuración ambiental óptima (presencia en el 36% de las muestras) viene definida por cuadrículas con una cobertura de sabinar/enebral superior a 10 km2, acorde con los obtenidos en estudios de comunidades invernales (apartado de densidades) y con la marcada preferencia de este zorzal, muy frugívoro en invierno, por los frutos de enebros y sabinas (Snow y Snow, 1988; Jordano, 1993; Tellería et al., 1999). Este hecho explica la elevada concentración de cuadrículas con probabilidad de presencia > 0,5 en el eje geográfico del Sistema Ibérico, donde se concentran las principales masas de sabinar albar (Juniperus thurifera) de España (Blanco et al., 1997). Otra combinación ambiental asociada significativamente a una alta frecuencia de aparición (16% de los recorridos) identifica cuadrículas de la mitad este peninsular con altitud media superior a 490 m s.n.m. y dominadas por formaciones arbóreas o arbustivas (Aymí en Herrando et al., 2011).

Ambas configuraciones denotan en todo caso la predilección por zonas altas, incluso en invierno (la especie evita las costas y los sectores termomediterráneos en general, mientras que los sabinares se sitúan entre 800 y 1.300 m s.n.m.; Blanco et al., 1997). Sólo muestra una selección positiva de determinados medios forestales, con una preferencia muy elevada por sabinares/enebrales y mucho menor por bosques de coníferas y encinares. Matorrales, herbazales, cultivos y ambientes humanos experimentan una selección negativa o neutra.

La especie sólo falta en los cultivos de inundación (índice de selección muy próximo a -1,0), de modo que en invierno mantiene efectivos en todo tipo de hábitats: forestales, herbáceos, arbustivos y todos los agrícolas. Esta ubicuidad, que contrasta en cierta medida con la selección negativa de muchos de estos hábitats, cabe interpretarla en el contexto de una especie con elevada movilidad invernal, que en las poblaciones mediterráneas se manifiesta en comportamientos trashumantes regionales asociados en general a la escasez de los frutos más consumidos (Santos, 1982), en nuestro país las arcéstidas de sabinas y enebros (Snow y Snow, 1988; Jordano, 1993; Tellería et al., 2011). A este respecto, las altas densidades en sabinares/ enebrales acuerdan con lo ya sabido, aunque cabe apuntar que los valores aportados (unas 13 aves/km2) se encuentran entre los más bajos de los obtenidos en sabinares albares, donde la especie puede alcanzar densidades 6-7 veces mayores, y densidades medias en torno a las 30-40 aves/km2 (Santos et al., 1983; De Juana et al., 2010; Tellería et al., 2011), mientras que en bosques mixtos o fragmentados donde la sabina albar es escasa pueden alcanzarse localmente densidades diez veces superiores durante buena parte del invierno (cercanas a las 400 aves/km2; Santos et al., 1999).

Especie cinegética. Probablemente la sobrecaza tenga un impacto negativo sobre la población autóctona del País Vasco (Tellería & Santos, 1982), pese a que en el conjunto de España las áreas de concentración de invernantes soportan una baja presión cinegética (Purroy, 1997).