Dryobates minor (Linnaeus, 1758) Nombre:

Pico menor

Ámbito:

Terrestre

    Origen:

Nativa

    Identificador:

33015

Mundial. Por todo el Paleártico, desde Portugal a Kamchatka y desde el Magreb al norte de Escandinavia, de modo continuo en las franjas templada y boreal y de forma fragmentaria en la cuenca mediterránea (Hagemeijer & Blair, 1997). Prefiere bosques caducifolios maduros con abundancia de madera en descomposición, con tendencia en ligero declive, en especial en Finlandia, Suecia y Eslovenia (BirdLife International/EBCC, 2000). España.

Aparentemente carece de un patrón homogéneo de distribución en la Península y falta en los dos archipiélagos, Ceuta y Melilla. Su área es discontinua con un núcleo de alta densidad en el centro-oeste (ambas vertientes del Sistema Central occidental), otro más extenso de densidad irregular en el norte (desde Asturias a Girona) y varios núcleos menores en Galicia, Andalucía, valle del Ebro, Levante, Madrid y Castilla-La Mancha. En principio, los núcleos del norte y del centro están desconectados entre sí, quizás por la ausencia de ambientes óptimos, pero no se descarta su conexión a través de las cuencas del Ebro, Duero y Tajo.

El área reflejada es mayor a la ofrecida en el anterior atlas (Purroy, 1997), debido sobre todo a varios estudios realizados en los últimos años (Artíguez & Franco, 1997; Romero & Gálvez, 2000; González- Quirós, 2001; Prieta & Molina, 2003; Serradilla & Calvo, en prensa; Serradilla, en prensa; J. M. Sánchez; P. Arratíbel y G. Gorospe, com. pers.). No obstante, su baja detectabilidad sugiere una insuficiente cobertura en este nuevo atlas, con excepción de lugares objeto de prospecciones específicas (norte de Cáceres, Salamanca, La Rioja, País Vasco y Cataluña). Las poblaciones del norte del País Vasco, Navarra y Cataluña tienen conexión con la población francesa (Boutet & Petit, 1987; Yeatman-Berthelot & Jarry, 1994).

El núcleo castellano-extremeño tiene igualmente conexión con la población de Portugal (Rufino, 1989) a través de las grandes cuencas fluviales occidentales y los bosques caducifolios del Sistema Central (Serradilla & Calvo, en prensa). El hábitat ocupado varía entre regiones, pero selecciona principalmente caducifolios y evita las coníferas. Prefiere bosques atlánticos (robledales mixtos) en el Cantábrico y Pirineos; melojares en el centro-oeste (donde también cría en quejigares, masas mixtas con encinas, castañares, alisedas y sotos); bosques de ribera y choperas de cultivo en el valle del Ebro y Cataluña; castañares en Sierra Morena occidental y alcornocales en Cádiz y Extremadura.

Los datos existentes hacen sospechar de una mayor ocupación de los alcornocales del SO peninsular y de bosques de ribera del resto del país. El rango de altitud abarca desde el nivel del mar en Girona y Asturias hasta los 1.300 m en la sierra de Gredos, aunque la mayoría de territorios están por debajo de los 800 m.

Es un especialista forestal que muestra preferencia por bosques caducifolios. Así, en invierno selecciona, en el siguiente orden, robledales, otros planifolios, bosques de ribera, hayedos y, en menor grado, bosques mixtos y alcornocales. Evita totalmente enebrales-sabinares y eucaliptares y en gran medida el resto de coníferas. Aunque la gráfica no considera por separado los encinares, son formaciones raramente habitadas por el pico menor (datos propios).

En Madrid prefiere bosques de ribera en invierno (Molina en Del Moral et al., 2002) y en Cataluña selecciona bosques dentro de mosaicos cerca de ambientes acuáticos (Romero y Pérez en Herrando et al., 2011). Por su parte, en Cáceres no se aprecian diferencias de hábitat entre primavera y otoño, siendo de uso preferente en ambos periodos melojares, riberas (choperas y alisedas) y alcornocales (Prieta y Molina, 2002). La configuración ambiental más favorable, con un promedio de detección en el 22% de los muestreos, corresponde a cuadrículas de la mitad norte con dos circunstancias: 1) temperaturas medias invernales por encima de 5 ºC y coberturas agrícola y de pinar inferiores a 43 y 6 km2, respectivamente; o 2) temperatura mínima invernal que nunca baja de 0 ºC y superficie agrícola por encima del 43% y más de 2 km2 de encinares abiertos.

Las densidades promedio son siempre bajas, alcanzado los mayores valores en robledales (0,38 aves/km2), mosaicos agrarios (0,27) y bosques de ribera y alcornocales (0,17). Aunque el pico menor fue detectado en otros 14 medios, la densidad fue bajísima (< 0,05 aves/ km2) y siempre basada en muy pocos contactos. La selección del hábitat, respecto al periodo reproductor, no varía, aunque en invierno puede extenderse a otros medios como saucedas, matorrales, zarzales y encinares (Prieta y Molina, 2002; Romero y Pérez en Herrando et al., 2011).

No se conocen datos de densidad promedio en primavera que permitan una comparación adecuada, pero durante la cría se alcanzan máximos de 10 aves/km2 en melojares de Salamanca y Cáceres, 7 aves/km2 en robledales navarros y 2 aves/km2 en alcornocales y sotos extremeños (Romero et al. en Martí y Del Moral, 2003).

Casi 5.000 parejas en toda España.

Para asegurar su efectiva protección y conservación, deberían evitarse las talas, como mínimo, desde marzo hasta finales de agosto, época de reproducción y muda, pues produce el abandono de los nidos durante la fase de excavación y la pérdida de las polladas (Romero & Gálvez, 2000); potenciar la recuperación de los bosques de ribera con la introducción de especies autóctonas y creación de pequeñas reservas con masas de bosques bien conservados y maduros, superiores a las cuatro hectáreas y, como mínimo, distanciadas entre 200-500 m (Wiktander et al., 1992); poner fin a la desaparición y precariedad de los corredores biológicos de ríos, arroyos, acequias e incluso arboledas aisladas en carreteras y caminos de pueblos cercanos a las cuencas fluviales; introducir criterios ecológicos en las labores silvícolas para conservar al máximo la estructura arbórea y los tocones podridos (Massanés & Evers, 1999; Romero et al., 2001) y evitar un excesivo rejuvenecimiento de las masas forestales. La presencia del Pico Menor reduciría la densidad de insectos defoliadores y larvas xilófagas y evitaría los daños que ocasionan al crecimiento de los árboles, además de disponer de un excelente indicador de la salud de nuestros bosques. -.

Se ve afectada por la pérdida de hábitat y la fragmentación de las masas boscosas maduras autóctonas, tanto al ser sustituidas por cultivos monoespecíficos de pinos, eucaliptos, cerezos, etc., como por la silvicultura moderna que favorece la limpieza y destrucción de los bosques autóctonos y la retirada de los árboles más viejos, enfermos y muertos. La presencia de madera muerta es vital, pues proporciona lugares para la excavación de agujeros para criar y como dormidero en invierno. En Cáceres el mayor problema es la expansión del cultivo del cerezo a costa del melojar (Prieta & Molina, 2003). Lo mismo ocurre con la tala de las choperas de cultivo, donde también se extraen árboles viejos en zonas de dominio público.

Propuestas: - Protección legal y efectiva estricta. - Conservación del hábitat, con prácticas silvícolas adecuadas para el mantenimiento del arbolado maduro. - Conservación y recuperación de los bosques de ribera. - Regulación de las épocas de tala, evitando desde marzo a finales de agosto (época de reproducción y muda).